De manera casi permanente, la quebrada empresa estatal, mantiene en vilo a la población con la generación de un bullicio infernal que emana de sus instalaciones alterando por completo el ambiente en la ciudad.
Lo que es peor, a la fecha no existe Autoridad alguna que actúe de oficio y en salvaguarda de la salud pública de cientos de niños, jóvenes y adultos que se vienen afectando diariamente con tremendo ruido, sin límites ni precedentes.
¿Acaso nos dieron gato por liebre? ¿Chatarrería por modernidad? ¿Quién pone un alto a esta calamidad?
Por supuesto, que "la fuente de información al interior de la petrolera", es casi siempre la misma y fiel a su costumbre: dora la píldora, porque aquí no pasa nada.
Mientras tanto, solo queda encomendar nuestra salud y futuro al divino creador, mientras perdura esta calamitosa refinería.
De ripley, progreso para el Perú, y desgracia para Talara.