La Presidenta Dina Boluarte no podía ser ajena a la arrogancia o presunción que se apodera de algunos políticos cuando desempeñan altos cargos en el aparato estatal.
Como jefa de Estado lucir en ceremonias oficiales un costoso reloj Rolex valorizado en 18,500 dólares, más que una incomprensible vanidad, me parece una ostentación propia de quien no lo pudo resaltar o destacar cuando no desempeñaba el cargo que desempeña hoy.
Dina se excusa de las críticas que le llueven por toda parte, arguyendo que trabaja desde los 18 años, y que compró antaño el costoso instrumento de precisión o joya.
Las excusas no tienen el mismo impacto social que la vanidad que en muchas ocasiones suele obnubilar el sano juicio de quienes no han estado acostumbrados a la altivez del mando.
La decisión del Ministerio Público de investigar a la mandataria por presunto enriquecimiento ilícito y omisión de funciones, tampoco corregirá un acto de vanidad que raya con la estupidez de la jactancia, de la primera Presidenta mujer del Perú.