Tal como estaba anunciado, hoy reapareció El Tiempo en su nuevo formato y convertido en un semanario de veinticuatro páginas. Lo sigue dirigiendo José Neyra. Los que aprecian la lectura y gustan verse sumergidos en lo que ocurre a su alrededor, pero con un enfoque periodístico distinto y más penetrante, ellos sí que estarán en su salsa con esta nueva versión de lo que fue el diario El Tiempo.

 En lo personal, su reaparición nos alegra y complace. Primero, por ser viejos lectores suyos, y, segundo, por haber pertenecido alguna vez a su plana de redactores, y, también y ya después, por haber seguido escribiendo en sus páginas, como lo volvemos a hacer ahora, y con aquel mismo entusiasmo que nos inyectábamos entonces para sentirnos más felices. 

La última “semana de representación” trajo a Piura al congresista Miguel Ángel Ciccia Vásquez. Acá, o fuera de acá, se le vio visitando varios lugares, como El Alto en Talara, y, de la provincia de Morropón, el distrito de Chulucanas y el centro poblado de La Encantada, y, en cada uno de ellos, entrevistándose con sus autoridades y con la población, y, en estos periplos, trasladándose siempre con prensa. 

Ciccia cerró dicha “semana de representación” pisando también Canchaque, su tierra, y brindando, por ese reencuentro con sus paisanos, con rompope, una especie de ponche que la gente de Huancabamba -Canchaque es un distrito que pertenece a esta provincia- le sirve al forastero como una cortesía y, cuando se trata de ellos, preparándolo y tomándolo en ocasiones muy especiales. Para el huancabambino es, obviamente, su bebida 

Aunque hay que decir, según Wikipedia, que el rompope, junto con la cola de mono, también es una bebida tradicional en Chile, así como en otros países. Entre ellos, Belice, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y México. Sobre todo, en este último país. Pues se afirma que fue en Puebla, en la época colonial y en los conventos de las monjas clarisas capuchinas, donde esta bebida nació o comenzó a prepararse originalmente.

Como ya lo hemos dicho anteriormente aquí, Ciccia es el único congresista, de entre los piuranos con una curul en el Parlamento, a quien más se le ve en Piura y socializando cuando tiene que hacerlo. Al resto, no se le levanta ni el pelo ni el polvo de sus zapatos, y menos a la que Pedro Castillo, ya en los estertores de su mandato, puso como ministra de la Mujer. Hablamos de Heidy Juárez. Seguramente, ella evita dar la cara para no tener que darle a nadie explicaciones sobre su mala cabeza como congresista. 

Fue una pésima conducta la que asumió Heydi tan luego se sentó en su curul, y quién sabe si seguirá conservando ese comportamiento. Aunque quien es corriente, corriente será hasta el fin de sus días. Como que también es verdad que, de acuerdo al vuelo del pájaro, son sus alas. Y las de Heydi, como las de otros tantos congresistas, esas alas resultaron siendo muy pequeñas. De ahí la imposibilidad que tienen de volar alto. Y a veces hasta de hacerlo como aves carroñeras cuando consiguen elevarse un poquito.

Hablando de ellos, de nuestros actuales congresistas, aumentarse el sueldo, como lo acaban de hacer, es ignominioso, indignante, repudiable. Y una vergüenza saber que las gollerías de las que gozan son, por igual, infamantes. Cuentan ya con una clínica privada, con un seguro que ya quisiera tenerlo el ejecutivo de una minera o de una trasnacional, baños con inodoros eléctricos, tableros de granito, casa de playa.

Eso sin contar que paran de tour en tour internacional, viajando a los lugares más exóticos del mundo, y cuanto más lejano y costoso mejor”, a decir de Richard Arce, un ex parlamentario de izquierda, no caviar ni de los otros. Hoy él escribe en Perú 21.

Está claro que, en todas partes se cuecen habas. Ayer radio Cutivalú entrevistó a alguien que se presenta como subgerente de Estudios y Proyectos, un tal arquitecto Pedro Galileo Ruiz Yesán, diciendo que lo que se piensa hacer con los algarrobos de lo que fue el antiguo parque “Néstor S. Martos”, no será talarlos sino erradicarlos. Pues, para él, talar y erradicar son dos cosas diferentes. Dos palabras que no significan lo mismo. Un payaso, este Galileo, hablando boberías. Como aquel otro que hubo en Lima declarando -cuando se vino abajo un puente- que éste no se había caído, sino desplomado. ¿Qué hacer con esta gente desbalagada y de hablar embrollado, cantinflesco, ridículo? A propósito, Galileo Galilei está pedido por la Contraloría por ocupar un cargo sin el perfil requerido. ¿Y qué hace al respecto Madrid? Él, como siempre, haciéndose de la vista gorda. O diciendo que lo que diga la Contraloría le llega.

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