Las largas horas de exposición al sol sin protección pueden lastimar la piel y también la vista. Qué tener en cuenta al momento de elegirlos, según los oftalmólogos.
Desde los míticos lentes aviadores furor en la década del 40 hasta los maxilentes de colores de los últimos años, los anteojos de sol mantienen su reinado de accesorio indiscutido de cada verano. Son una herramienta de protección para la vista y además aportan un toque de glamour al look de playa.
Los lentes de sol facilitan nuestra visión en los días brillantes y soleados. Cuando estamos al aire libre, incluso cuando está nublado, debemos cuidarnos de la radiación de los rayos ultravioletas (UV).
La luz es energía pero en exceso puede ser nociva y así como ocurre con la piel, que ante un exposición prolongada sin protección puede sufrir irritación y quemaduras, los ojos también padecen el efecto del sol. Si elegimos los anteojos adecuados pueden protegernos por muchas temporadas, pero también hay que tener en cuenta que unos lentes incorrectos pueden, con el tiempo, generar daño ocular.
Consultamos a dos oftalmólogos para evaluar qué tener en cuenta al momento de elegir los anteojos de sol.
¿Cuál es el efecto de la luz solar en ojos?
La médica oftalmóloga del Hospital Universitario, Austral Irene Copati nos dice: el sol emite distintos tipo de radiación, entre ellas la radiación ultravioleta. Ésta es de tres tipos: UV-A, UV-B y UV-C. “La capa de ozono casi en su totalidad filtra los rayos UV-B y UV-C, pero no así la radiación UV-A”.
Los rayos UV pueden producir daño en distintas partes del ojo: “En el cristalino producen que se ponga opaco, generando cataratas. En la mácula, que es la zona de mayor visión de la retina, pueden generar maculopatías como la degeneración macular y la maculopatía solar, que suelen ser irreversibles y producen disminución de la visión permanente. También pueden aparecer tumores en la piel de los párpados relacionados a la exposición UV. Y dos problemas bastante frecuentes son: el pterigion, un crecimiento de la conjuntiva que va avanzando sobre la córnea, suele ser muy sintomático produciendo ojo rojo y lagrimeo; y la pinguécula, que también es un crecimiento de la conjuntiva, pero es como una pelotita al lado de la córnea”, apuntó la doctora Copati.
En tanto, el médico oftalmólogo Germán Bianchi, Jefe de trasplante de córnea, cirugía refractiva y cataratas en la Clínica Nano, señaló que “el calor extremo genera en el organismo un mecanismo compensador que es la sudoración excesiva. Con esto, perdemos líquidos y nos deshidratamos. Los ojos no se van a deshidratar porque el sistema de lubricación mediante la secreción basal de lágrimas se adaptará, pero las altas temperaturas, sumadas al viento y otras condiciones como puede ser tierra o arena en suspensión en el aire, puedan originar queratitis. Esto es como un raspado de una parte muy sensible del ojo, la córnea. Produce sensación de cuerpo extraño, dolor ocular (moderado o muy intenso) y enrojecimiento”.
Si bien en principio no es algo grave y en muchas ocasiones se resuelve de forma natural, lo ideal es realizar una consulta con un médico oftalmólogo para evaluar si se necesita algún tipo especial de lubricante o alguna otra medida terapéutica.