Creador de mundos. Autor de Conversación en La Catedral y La Casa Verde falleció a los 89 años en Lima. Será despedido por su círculo más cercano, informaron sus hijos.
Ha muerto Vargas Llosa y el Perú se ha vuelto un poco más gris. Ya no es solo la avenida Tacna, es todo un país. ¿Será el cielo que sintió Zavalita en Conversación en La Catedral? Una Lima sin amor: automóviles, edificios desiguales y descoloridos, esqueletos de avisos luminosos flotando en la neblina, el mediodía gris.
Vargas Llosa se nos ha muerto un poco a todos y no es una ficción. El creador de mil vidas acaba de perder la suya dejando a su universo desconsolado. Es cierto que la obra de los escritores le sobreviven (si no que lo digan el Poeta, Zavalita, Ricardo Somocurcio, la niña mala, Pantaleón Pantoja, Urania Cabral, ‘El Chivo’ Rafael Trujillo), pero este país ya se había acostumbrado tanto a leer, ver y a escuchar tanto a su escritor que los días venideros serán sumamente melancólicos. El tránsito del “es” al “fue” será un amargo ejercicio ortográfico.
El escritor partió un Domingo de Ramos. Así lo informaron sus hijos Álvaro, Gonzalo y Morgana en un comunicado donde dejaron en claro que no habrá ceremonia pública y que sus restos serán incinerados. “Gozó de una vida larga, múltiple y fructífera”, continuaron, y resaltaron que procederán según las instrucciones que el propio escritor dejó. Y es que Mario, quien vivió una vida intensa y a su gusto, se dio el trabajo de pensar hasta en los días que le seguirían a su muerte.
El escritor nunca dejó de escribir, ni aun después de alcanzar la gloria en 2010 cuando ganó —tras una larga espera— el Premio Nobel. “Por su cartografía de las estructuras del poder y sus afiladas imágenes de la resistencia, la rebelión y la derrota del individuo”, dijo la Academia Sueca sobre el autor. En Perú, aún se le recuerda con el impecable traje de gala, pero se recuerda aún más aquel discurso inspirador donde evoca cómo su vida cambió a los cinco años cuando aprendió a leer.
Nacido en Arequipa el 28 de marzo de 1936, el mayúsculo artista acababa de cumplir los 89 años. Autor de obras como Conversación en La Catedral, La ciudad y los perros o La fiesta del Chivo, fue una referencia de la literatura universal, teniendo un capítulo propio en la narrativa latinoamericana, donde fue pieza fundamental del “boom literario”. Novelista, ensayista, periodista y académico, no entendía la escritura como acto solitario y ajeno; por ello es que incursionó en la política, postulándose a la presidencia del Perú en 1990, aunque sin éxito. Con una evolución del marxismo al liberalismo, su voz resonó siempre fuerte en el escenario político peruano, donde adquirió una figura de defensor de la democracia y de la libertad individual.
Con aciertos y errores en medidas distintas, el escritor siempre supo tomar posición.
En los últimos años, Vargas Llosa inició un camino de despedida. En octubre de 2023 presentó su última obra, Le dedico mi silencio, donde anunció su retiro de la ficción. Tiempo después haría lo mismo con su legendaria columna “Piedra de toque” del diario El País. Vino a vivir a Lima convirtiéndose en un observador ilustre del mar, para la gloria de sus vecinos de Barranco y Chorrillos, que lo veían pasear a paso lento por el malecón.
El hombre que tenía el vicio de escribir ha partido. “Me gustaría que la muerte me hallara escribiendo, como un accidente”, manifestó alguna vez el inmortal. ¿Y si lo imaginamos así? El escritor nos dio durante toda su vida razones suficientes para creer que uno puede novelar su propio final.
Muchas gracias, Mario.