El Santo Padre encabezó a una misa en la Basílica de San Pedro que comenzó a las 5:30 de la Argentina y se extendió durante una hora y media. En la ceremonia, se realizó el rito de canonización de María Antonia de San José de Paz y Figueroa, quien se convirtió así en la primera mujer nacida en nuestro país en ser declarada santa.
Se había anunciado el 18 de diciembre del año pasado, cuando a través de un comunicado del Vaticano, el Dicasterio para la Causa de los Santos sostuvo que “tras la habitual consulta al Colegio Cardenalicio, el Santo Padre Francisco ha decidido proceder a la Canonización de la Beata María Antonia de San José (en el siglo: María Antonia De Paz y Figueroa), conocida como Mamá Antula, fundadora de la Casa de Ejercicios Espirituales de Buenos Aires, nacida en 1730 en Silipica, Santiago del Estero (Argentina) y fallecida el 7 de marzo de 1799 en Buenos Aires (Argentina)”. El oficio notificaba que el rito de canonización sería el 11 de febrero de 2024, “VI Domingo del Tiempo Ordinario y aniversario de la primera aparición de la Santísima Virgen María en Lourdes”, como decía la proclama.
Pasaron cincuenta y cinco días. Lo que se sabía que iba a pasar, pasó: el papa Francisco canonizó a Mama Antula, la primera Santa argentina. La ratificación del anuncio ocurrió luego de que el santo padre leyera la fórmula de canonización en una ceremonia especial celebrada en la Basílica de San Pedro.
La lectura ocurrió a las 9:46 en la ciudad del Vaticano y cuatro horas antes, a las 5:46 de la madrugada en Argentina, cuando el Sumo Pontífice leyó: “En honor de la Santa e individua trinidad para la exaltación de la fe católica y el incremento de la vida cristiana, con la autoridad de nuestro señor Jesucristo, de los santos apóstoles Pedro y Pablo y después de haber reflexionado largamente, invocado muchas veces la ayuda divina y escuchado el parecer de numerosos hermanos en el episcopado, declaramos y definimos Santa a la beata María Antonia de San José de Paz y Figueroa y la inscribimos en el catálogo de los santos estableciendo que en toda la iglesia sea honrada devotamente entre los santos. En el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo, amén”.
Este evento histórico marcó la conversión de María Antonia de San José de Paz y Figueroa en la primera santa argentina, gracias a la promoción e impulso que realizó el mismo papa Francisco, quien encabezó la ceremonia. Centenares de peregrinos argentinos, familiares de la beata y el Presidente de la Nación Javier Milei arribaron a Italia para participar en el acto.
La celebración comenzó a las 9:30 horas de Italia y 5:30 de Argentina, y se realizó en la Basílica de San Pedro, siendo la primera vez en los once años de pontificado del Papa argentino que una canonización se lleva a cabo dentro de la Basílica y no en la plaza de San Pedro, como es costumbre.
La ceremonia comenzó con cantos litúrgicos por parte del coro, mientras el retrato oficial de Mama Antula permanece colgado frente al altar central de la Basílica. La imagen utilizada en la misa de canonización es una representación de la copia del cuadro pintado por José de Salas, quien nació en Madrid en 1735 y murió en Buenos Aires en 1809. La obra fue hecha luego de la muerte de la santa en marzo de 1799, ya que la laica jesuita jamás permitió, en vida, que la retrataran. Luego, el Cardenal italiano Marcello Semeraro, encargado del Dicasterio para las Causas de los Santos, presentó la biografía vaticana oficial de la nueva Santa junto a Silvia Correale, quien postuló a Mama Antula.
“Resulta ser la primera causa de canonización promovida en Argentina, donde nació, vivió y trabajó y donde aún se conservan sus restos mortales en la Iglesia de Nuestra Señora de la Piedad de Buenos Aires -expuso el Cardenal-. Se la llama popularmente Mama Antula.
Nacida en la provincia de Santiago del Estero en 1730, a los quince años ingresó en el beaterio de niñas y mujeres que asistían a los padres jesuitas en el apostolado de los ejercicios espirituales y en otras obras de caridad, entre las que se distinguió especialmente en ayudar y dar limosna a los más pobres. Tras la supresión de la compañía de Jesús, se sintió inspirada para seguir promoviendo la espiritualidad ignaciana, especialmente la práctica de los ejercicios espirituales. Como laica consagrada, Mama Antula hizo de esto el corazón de su vocación y de su misión”.