Algo nos dice que hay cositas en el gobierno regional que huelen muy mal y que no trascienden o no salen a la luz pública por el envilecimiento en el que ha caído este oficio nuestro.
Casi ya no se ve periodismo del bueno -serio, equilibrado, bien informado y comprometido con causas justas y el bien común- y los románticos que siguen practicándolo son contadísimos, las avis raris en este mundillo, los cojudos a decir de quienes se creen bien vivos dentro del gremio y que son precisamente los que lo han agusanado, pervirtiéndose.
Para éstos, ofrecerse, como cualquier zorra, a la autoridad de turno -llámense gobernador regional o alcalde- y poner sus medios en los que trabajan al servicio de ellos, es una degradación bien recompensada, una práctica que infla la billetera pero que linda en la ilicitud y daña. Porque eso de direccionar la información, ocultarla o mirar hacia otro lado debilita aquello que llamamos opinión pública. Esta se fortalece con una ciudadanía bien informada, y si ella lo está no habrá mucho cojudeo ni tantas pillerías de parte de quienes dicen representarla.
Lo peor para esas autoridades podridas, o negligentes, o inútiles es comprobar en los hechos que esas generosidades suyas para con esa prensa genuflexa nos los ayuda a mejorar su imagen ni a salir de apuros. Con lo del parque “Néstor S. Martos”, Madrid pudo saberlo. Les ganó a los vecinos destruyendo a la mala su parque e imponiendo, como obra todavía en ejecución, su Paseo de Aguas. Pero también perdió con ellos.
Su “prensa” no pudo contener la eclosión que aquellos vecinos provocarían a través de las redes sociales con el tema antes mencionado. Allí lo despellejaron y lo hicieron puré y ahora Madrid anda rengo, con las alas rotas y las muelas destempladas, y hasta vilipendiado por tutilimundi. Ese es el precio por portarse como ogro o mal, y no saber tampoco ubicarse y ser más juicioso. Madrid necesita, ahora más que nunca, de mejores asesores para no seguir hundiéndose más. Y también de un mejor gerente municipal porque el que tiene actualmente es un alma en pena.
Leo en el sitio web de Trinidad Noticias, un medio periodístico virtual editado en Tambogrande, lo siguiente: “El alcalde provincial de Piura, Gabriel Madrid, sigue mintiéndole al pueblo piurano”. ¡Ay, carajo”, nos dijimos, para preguntarnos en seguida ¿y ahora que hizo Madrid?
Dicha nota empieza con el párrafo antes citado y continúa recordando la marcha que hubo el lunes pasado para protestar por la demora del ministerio de Vivienda en licitar esa millonaria obra de agua potable y alcantarillado que beneficiará a por los menos 96 asentamientos humanos de Piura, Castilla y Veintiséis de Octubre. Allí Madrid dijo que había recibido una invitación del Ejecutivo para que asistiera a una reunión en Palacio de Gobierno, pero que él no iría. Prefería quedarse con ellos. Con los que estaban participando en la citada marcha. Mintió. No bien terminó esta marcha arrancó y voló a Lima junto con el otro mentiroso alcalde de la provincia de Morropón, Richard Baca. Ambos son ahora moho y uña.
Madrid también mintió al decir que el Ejecutivo lo había invitado para que fuera a la mencionada reunión en Palacio de Gobierno. Jamás hubo tal invitación y es por eso que estando ya en Lima, y pensando seguramente en que se les iba a dejar entrar a Palacio de Gobierno para poder colarse en una reunión que sí había allí, pero de alcaldes distritales de la región de Piura, nadie, absolutamente nadie, salió a abrirles ninguna puerta, ni a él ni a Baca, convertido ahora en su adú. Alcaldes mentirosasos, podría decírseles ahora, tanto a Madrid como a ese otro de la provincia de Morropón.
Ya para terminar, diremos que nos gustaría saber qué motivos habrá tenido Elvira Carhuapoma como para dejar la jefatura de la oficina de Imagen del gobierno regional. Según nos dicen, Elvira presentó su renuncia el pasado 11 de abril y Lucho Neyra, el gobernador regional, recién se la aceptó ayer. Por si acaso, Elvira no es cualquier cuadro. Algo debe haberle incomodado como para que ella misma decidiera cerrar detrás suyo las puertas de esa oficina que jefaturaba en el gobierno regional y que no siempre suele estar en buenas manos.