Por: Marco Gerardo Martos Carrera

Del país de las sombras ha vuelto Carlos Milla para hablar conmigo en una tarde calurosa con amenazas de lluvia. Por azar tenía un libro suyo en el bolsillo del gabán y quería mostrárselo, pero fue imposible detener el río de palabras que emanaba de su boca. Fuimos a un local con un patio enorme de losetas blancas y negras y una cúpula de plexiglás que protegía a los concurrentes. La felicidad consiste, me dijo, en saber que nada es importante sobre la tierra. Terminamos nuestro café, caminamos por el centro de la ciudad, nos dimos un apretón de manos y se perdió por una callejuela donde se vendían publicaciones en puertas y ventanas.

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