No se trató de un evento fortuito que suela suceder en todos los aeropuertos del mundo, como sostuvo el ministro de Transportes, Raúl Pérez-Reyes.
El ministro de Transportes pretendió minimizar la gravedad de lo sucedido el domingo en el aeropuerto Internacional Jorge Chávez. Y peor aún diluir las responsabilidades. Hubo que anular más de 120 vuelos, lo que afectó a más de diez mil pasajeros que debían salir de nuestro país o llegar a él. Entre esos pasajeros había pacientes de Juliaca que fueron trasladados a Arica, compatriotas que regresaban de Estados Unidos y fueron obligados a desembarcar en Bogotá. Y hasta una pareja de recién casados que tuvo que pasar su noche de bodas en el suelo del Jorge Chávez.
No se trató de un evento fortuito que suela suceder en todos los aeropuertos del mundo, como sostuvo el ministro Raúl Pérez-Reyes. Lo fortuito es lo que depende enteramente de la fortuna o suerte, mientras que lo que creó el caos en el aeropuerto fue consecuencia de la negligencia de las autoridades de la Corporación Peruana de Aeropuertos y Aviación Comercial, Corpac.
Si no se supervisa con regularidad y rigor, todos quedamos expuestos a sufrir las consecuencias de la perturbación eléctrica que se produjo bajo el revestimiento de la pista de aterrizaje, lo que obligó a cesar las operaciones aéreas. Peor aún, Corpac, carecía de un plan alternativo. Tampoco pudo utilizarse la nueva torre de control porque no cuenta con los vidrios adecuados, pese a que recientemente fue inaugurada con pompa y presencia de la presidenta Dina Boluarte.
El ministro Pérez-Reyes tiene que explicar cómo se seleccionó al actual equipo dirigente de Corpac y si el nombramiento respondió a alguna forma de meritocracia o a la pura discrecionalidad de algún funcionario. El aeropuerto Jorge Chávez es la puerta de entrada a un país que lucha por mejorar su imagen y llegar a cuatro millones de visitantes por año. Por eso es necesario establecer responsabilidades y sancionar a los que hayan hecho mal su trabajo.