Chris Arsenault, de 65 años, entró una y otra vez a las llamas para rescatar a los felinos que consideraba su familia. No volvió a salir. Arsenault, estaba construyendo un nuevo santuario en el norte del estado.

Luchó hasta el final. El lunes 31 de marzo, un incendio arrasó con el santuario Happy Cat en Medford, Long Island. En ese lugar no solo vivían cerca de 300 gatos rescatados, también lo habitaba el corazón de Christopher Arsenault, su fundador, un hombre que dedicó su vida entera a salvar a quienes no tienen voz.

Chris, de 65 años, murió como un héroe. Entró una y otra vez a las llamas para rescatar a los felinos que consideraba su familia. No volvió a salir. Al menos 100 gatos también perdieron la vida. La tragedia ha conmovido a toda la comunidad de defensa animal. 

Happy Cat nació del dolor
Chris lo fundó en 2006 tras la pérdida de su hijo Eric, de 24 años, en un accidente de motocicleta. Desde entonces, convirtió su hogar en un refugio para los más vulnerables, brindando alimento, cuidados y amor incondicional a cientos de gatos.

Hoy, su legado se sostiene en los sobrevivientes que luchan por recuperarse y en quienes continúan su misión. La Sociedad Protectora de Animales del condado de Suffolk y grupos locales trabajan para reubicar a los felinos y ofrecerles atención médica.

Las causas del incendio aún están bajo investigación. Se sabe, sin embargo, que Chris había sido blanco de acoso en los últimos meses, según denunció el activista John DeBacker. 

Arsenault, cariñosamente llamado "el hombre gato de Long Island" demostró que por encima del fuego, el humo y la tragedia, queda el acto final de un hombre que no dudó en dar su vida por salvar otras. Christopher Arsenault vivió con amor. Y murió con valentía.  

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