Papá de Línea 1 se siente orgulloso de que su trabajo haya contribuido en el desarrollo profesional de sus hijas. Su labor no solo asegura la operatividad del metro, sino que también protege la vida de miles de pasajeros que confían en su trabajo cada día.

En el bullicio cotidiano de Lima, donde los trenes de la Línea 1 del Metro se deslizan como arterias de la ciudad, hay un hombre que ha dedicado su vida a garantizar la seguridad y el funcionamiento de este vital sistema de transporte.

Orlando Illescas González, un técnico especialista de señalización de 69 años, viene trabajando desde 14 años en esta línea, sumando más de 30 años de experiencia en el ámbito ferroviario. Su historia es un testimonio de dedicación, amor familiar y un legado que trasciende generaciones.

Oriundo de una familia trabajadora, se enorgullece de ser padre de tres hijas: una contadora, una profesional en turismo y una bachiller en arquitectura. Cada una de ellas ha seguido su camino, pero hay algo que las une: el orgullo de tener un padre que ha sido un pilar en sus vidas. 

“Mis hijas se sienten orgullosas que yo trabaje en la línea 1. Es un orgullo para mí verlas crecer como profesionales”, comenta con una sonrisa que refleja su satisfacción.

Desde su formación en el Instituto Manuel de la Vía Vicencio, Orlando ha dedicado su carrera a la señalización, un trabajo que requiere precisión y responsabilidad: “Mi función es atender los incidentes o emergencias que ocurren en la circulación de trenes. Estoy en constante comunicación con el puesto central, cabinas de señalización y equipos instalados en la vía férrea”, explica.

En su puesto de trabajo se encarga del mantenimiento e inspección de sistemas ferroviarios. Realiza reparaciones cuando hay fallas, verifica que todo cumpla con las normas y utiliza tecnología como pantallas y computadoras para controlar el funcionamiento. Además, se asegura de que los equipos en las estaciones, como los circuitos que detectan trenes y los sistemas de energía de respaldo, estén en buen estado.

A lo largo de los años, Orlando ha sido testigo de innumerables cambios en la línea y en la ciudad misma. Recuerda cómo, cuando sus hijas eran pequeñas, su esposa solía llevarlas a la hora del almuerzo a su trabajo en la línea del tren: "Eran momentos especiales, verlas correr hacia mí con sus sonrisas. Siempre soñé que alguna de ellas seguiría mis pasos en el mundo ferroviario”, confiesa con nostalgia.

Hoy, su hija menor, Mayra, quien acaba de graduarse como bachiller, siente una fuerte conexión con el legado de su padre. “Le encantaría trabajar en la línea 1. Vive con eso, y en algún momento, estoy seguro de que lo hará”, dice Orlando, su voz llena de esperanza y orgullo.

En el Día del Padre, la historia de Orlando es un recordatorio de la importancia de los padres en nuestras vidas. Su dedicación y amor no solo han forjado un camino en el ámbito laboral, sino que también han dejado una huella imborrable en el corazón de sus hijas. “

"Gracias, línea 1”, concluye Orlando, quien, como muchos hombres y mujeres, trabajan en la sombra para hacer de Lima una ciudad más segura y conectada.

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