“Si no se han dado cuenta en el gobierno, la consecuencia directa es que su gestión está sin rumbo, porque ninguna política pública va a tener respaldo de la ciudadanía. Al contrario, generará molestia y hasta repulsión de las decisiones gubernamentales”.

La última encuesta de opinión sobre el nivel de aprobación a la gestión del gobierno de Dina Boluarte y del Congreso bate récords de desaprobación, nunca antes vistos, porque están tocando fondo, con solo un 5% y 6%, respectivamente, de aprobación; han perdido la credibilidad de la población y hasta la legitimidad para gobernar, porque esto significa que la población no está de acuerdo con sus autoridades y que mucho menos las representa.

Algún funcionario mediocre, de los tantos aduladores que fungen ahora hasta de ministros, seguro que mencionará que estas encuestas no importan, que no se gobierna en función de ellas y hasta habrá afiebrados que argumenten que todo esto es parte de un plan de desestabilización al actual gobierno, que son golpistas y que acosan al Ejecutivo y no le dejan gobernar, porque quieren llevarnos a la anarquía en medio de la crisis política.

No hay peor ciego que aquel que no quiere ver, reza un viejo adagio, porque, con tal nivel de desaprobación a cuestas, debería obligar al gobierno y al Congreso a reflexionar y preguntarse del porqué de esta situación crítica de desaprobación, para que tal vez enmienden la dirección de la gestión gubernamental y ver alternativas para salir de esta profunda crisis política. Pero eso es pedirle mucho a una clase política que nos gobierna; ellos viven en una realidad paralela, que al parecer los ha llevado a la negación permanente de los serios problemas que afronta su gobierno.

En ese marasmo aprovechan para cometer actos de corrupción, aprovechando el desgano de la población que solo espera que esta pesadilla termine.

Por eso, la importancia de buscar una salida ordenada a toda esta crisis política. Sé que es como pedir peras al olmo, pero la elección de la próxima Mesa Directiva del Congreso va a ser determinante para lo que nos depara el futuro, en esta profunda crisis política, que yo diría que también es una crisis de valores, moral y ética, por todo lo que hemos visto. Estemos atentos y vigilantes.

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