Comentarios a vuelo de pájaro


SERÍA bueno que, por el Día del Árbol, que en el Perú lo celebramos el 1 de septiembre, mejor dicho, de aquí a ocho días o de este domingo al siguiente, haya fiesta. Con baile o sin él, pero fiesta. Una celebración que mueva a quienes aman y defienden la naturaleza a exteriorizar ese sentimiento y a crear conciencia de lo mismo en lo demás para que la emoción de unos la terminen compartiendo también los otros. Ese día salgan a las calles y marchen por ellas llevando en sus manos pancartas con lemas alusivos a la fecha.
º SEGURAMENTE, ya estarán pensando, en algo de eso, aquellos vecinos que libraron, a comienzos de año, una lucha tenaz para defender de las garras de Madrid su viejo parque y perdieron, aunque con una de ese tipo de derrotas que engrandecen, porque sí las hay, y porque, como alguien dijo, “más vale morir de pie que de rodillas mendigando”, y tanto mejor si es por una noble causa.
º DICHOS vecinos no pudieron evitar que la prepotencia de Madrid se impusiera y consiguiera, con apoyo de gente taimada y pandillera, apoderarse una madrugada de su parque, el Néstor S. Martos, y lo echara abajo para comenzar de inmediato a levantar sobre aquellos escombros su famoso Parque de Aguas ahora  próximo a inaugurarlo.
º El paso que Madrid sí evito dar, seguramente aconsejado por alguien con un dedito más de frente que los que tienen en las suyas funcionarios guasos y torpes como un tal Alvarado Machado y un por cual Ruiz Yesán Galileo, fue arrasar, como tenía pensado hacerlo, con los algarrobos que habían crecido allí y que no eran pocos y cuya supervivencia buscaban también asegurar dichos vecinos con su lucha, consiguiéndolo. Allí sí que se la ganaron a Madrid.
º DE modo que, la de éstos, tampoco fue una derrota que dejara incólume el campo contrario o entero, o sin arañazos ni heridas mortales, al enemigo. Con ese escandaloso traspié, Madrid se sepultó; la demolición del parque Néstor S. Martos por orden suya fue su Waterloo; y partir de ese tropezón también comenzó a descomponerse como animal político. Tanto así que indignados piuranos empezaron a verlo como un intruso y como un tramposo. 
º PARA éstos, la imagen de Madrid se hizo añicos, al mismo tiempo que comenzaron a reparar en algo que, hasta entonces, no se habían detenido a tomar en cuenta. Que la perfomance de Madrid en casi dos años de gestión prácticamente se hallaba en rojo, y que hay enfado y descontento por ese magro rendimiento, y que lo último no sólo era sólo un decir sino una certidumbre. 
º PUES la desaprobación a su gestión es altísima, por encima del 50%, según una reciente encuesta. Y por los gruñidos que se escuchan en las calles y en los cafés y en las redes sociales. En estas últimas, los anatemas que se lanzan contra Madrid son imparables y hasta irreproducibles. Saltan como un alud que ni siquiera la prensa que ha capitulado con él puede amortiguar con sus silencios, menos atajar. Pues, como reza el dicho, el sol no se puede tapar con un dedo.
º Y aquí viene la pregunta del millón: Además del Parque de las Aguas, todavía inconcluso, y del mal hecho parque de La Brea en Bello Horizonte y de otro par de obritas enanas cuyas primeras piedras recién ha colocado, ¿qué otro logro, si no espectacular al menos un poco relevante, podría Madrid mostrar como indicador de que ha empezado a transformar Piura? Nada de nada. Hasta la remodelación de las calles del centro histórico de Piura se ha paralizado. Como bien mandado, esa remodelación la iba a hacer el gobierno regional este año, y ahora ha dicho que ya no y que recién lo hará el año entrante.
º MADRID debería irse a Las Huaringas y darse allá un buen florecimiento para ver si consigue que los astros se alineen a su favor y éstos lo resuciten dándole un poco de suerte. Aunque a veces ya no hay vuelta de retorno cuando se cae en una espiral como en la que él se encuentra rodando.
º VOLVIENDO a lo del Día del Árbol. En Piura hay dos viejos algarrobos, uno en Castilla y otro en Tambogrande, éste mucho más antiguo que el de Castilla, que siguen manteniéndose de pie a pesar de sus años, y que, si algún día llegan a morir, tal vez mueran de amor, como los dos Evaristos del cuento de Abraham Valdelomar que también murieron de amor.
º PARA ese 1 de septiembre, Día del Árbol, que haya fiesta para rendirle homenaje a la naturaleza.
HASTA MAÑANA

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