Seguridad pública para las masas, seguridad privada para las élites.

El ciudadano común quiere el mismo derecho que tienen nuestras élites, que se mueven con seguridad privada y armas legales.

Si los candidatos al 2026 aún no convencen a las mayorías es porque la campaña no aborda sinceramente los temas de fondo. Por ejemplo, la inseguridad ciudadana. ¿Cómo se puede pontificar contra el sicariato y al mismo tiempo defender la minería ilegal? Todos los candidatos presidenciales han condenado la violencia criminal en campaña, pero ninguno de ellos ha deslindado abiertamente de la minería ilegal. 

La mayoría se escuda en eufemismos como “minería ancestral” o “informal”, cuando a estas alturas son prácticamente lo mismo. Otros desvían el problema argumentando que la legalidad no es suficientemente atractiva (como si a los legales les gustara pagar impuestos por servicios inservibles), sugiriendo renovar las concesiones y planteando una nueva Ley General de Minería. 

La verdad más simple: nadie quiere chocar contra un negocio tan redituable, con el oro a más de US$4,000 la onza.  Y eso incluye a muchos electores para quienes el crecimiento económico trae un costo social.

El debate sobre la inseguridad ciudadana no solo debería sincerar las causas, sino también las propuestas. El propio Rafael Belaunde, quien acaba de defenderse de un ataque a balazos con una de sus dos pistolas, jamás ha abordado el tema de la tenencia de armas, los Comités de Autodefensa o la autodefensa ciudadana. 

Su plan de gobierno habla de reformas policiales, medidas carcelarias y unidades de inteligencia. Propuestas interesantes que, sin embargo, no parten de su propia experiencia como asiduo al polígono de tiro, quizás porque es una medida políticamente incorrecta en su entorno político liberal y progresista. 

El ciudadano común quiere el mismo derecho que tienen nuestras élites, que se mueven con seguridad privada y armas legales. Más allá de que uno esté en contra o a favor de esas propuestas, ese es un debate que debe ponerse sobre la mesa, junto a la pistola. Así estamos, señores

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