UBICADA en la esquina de Huancavelica y Tacna y en diagonal con la Catedral, esa casona está cargada de años y de historia. En cierta ocasión y de gira por Piura, Víctor Raúl Haya de la Torre habló desde allí, desde el balcón de esta vivienda. La gente lo escuchaba parada desde la Plaza de Armas hacia donde ese balcón miraba.
DICHA vivienda pertenecía a los León Monzón y según refiere don Roberto Temple en “Piura intemporal”, un libro suyo que debería reeditarse, en los bajos quedaba “una tienda de abastos (azúcar, arroz, manteca, golosinas, etc.) que cada cierto tiempo cambiaba de dueño chino”. Hasta que apareció don Félix Chang tomando esa posta.
CON él y más adelante con Esteban, el hijo que lo heredó, esa “tienda de abastos” que menciona don Roberto Temple dejó de ser lo que hasta entonces había sido: una sencilla bodeguita. Don Félix vino a darle otro vuelo. Empezó a surtirla mejor y a renovar lo que había dentro. Los viejos mostradores y los antiguos escaparates fueron dado de baja y reemplazados por otros nuevos. Y cuando Esteban relevó a su padre en el negocio, “la tienda de Félix Chang” ya tenía bien ganado ese nombre, y así se la conocía.
ESTEBAN la conservó hasta donde le alcanzaron sus fuerzas. Ahora ya no existe. En aquellos años pasábamos de vez en cuando por allí y conversábamos un poco con él y sobre cualquier cosa. Esteban vivía en los altos de aquel inmueble que ocupaba su tienda. Una mañana nos hizo subir para mostrarnos su casa.
FUE en esa oportunidad que también nos contó que su padre, antes de instalarse en Piura, se estableció primero en Tambogrande y que, después de un tiempo, se le vio agarrar nuevamente sus bártulos y dirigirse a Yapatera, en aquellos años, comienzos del siglo pasado, apenas un pequeño poblado, aparte de hacienda, camino a Chulucanas.
DE cómo su padre llegó de China al Perú también nos lo dijo y por más que hemos hurgado en nuestra memoria tratando de rescatar algunos detalles de aquel largo periplo del padre de Esteban para llegar hasta acá, y que el mismo Esteban nos refirió en aquella ocasión en que nos subió a conocer su casa, nada. Pantalla casi en blanco. Con los años, la memoria suele jugarnos malas pasadas. Aquellos la vuelven como gallete: muy frágil.