Evocando Santiago
Cambian los tiempos, amigo,
¿qué te parece?
En setiembre se abrasa la edad florida y un sabor
a ceniza va creciendo como una buganvilla
en tus labios.
En la mañana azul al despertar
dirías lo que un melancólico poeta
dijo hace tantos años.
Pero en esta mañana de primavera
un cielo panza de burro anuncia
la persistencia de lo trágico.
A tantos han matado en Chile
que es ridícula tu pena y la de tantos,
ridículo y mezquino tu dolor individual,
ridículo y mezquino el dolor del poeta que sueña
un verso que al despertar olvida.
En la noche no tuviste lápiz, papel tampoco,
solo una gana ubérrima de escribir versos
mientras la radio en sordina anunciaba
números que son péndulos,
péndulos que son muertos,
de Arica a Santiago, de Valparaíso
al Estrecho de Magallanes, lejos.
Lejos se abrasa el lúgubre amanecer
del Mapocho, las fuerzas fascistas disparan,
y en sordina, en débil contrapunto,
balbuceando apenas, unos cuantos fusiles leales
pespuntean la alegría, lejos.
Lejos, en el estadio de Santiago,
en cuarteles, calles, plazas, hospitales,
fábricas, carreteras, de Arica a Santiago,
de Valparaíso al Estrecho, números que son péndulos,
péndulos que son balas, balas que son muertos,
asesinatos a mansalva, lejos. ¿Qué decir?
Ridículo todo. Ridícula esta poesía.
(1973