25
Lun, Sep

Una anécdota con el poeta Francisco Bendezú

Una anécdota con el poeta Francisco Bendezú

Literatura
Typography
Inicio desactivadoInicio desactivadoInicio desactivadoInicio desactivadoInicio desactivado
 

A principio de los 90 trabajaba yo como director de la Biblioteca de Pueblo Libre, una sinecura que me consiguió el vate cósmico Carlos Garrido Chalén. Cerca de allí vivía el poeta Francisco Bendezú, a quien yo admiraba por su magistral Twilight, poema que leí en mi juventud y que nunca dejó de pasar sobre mi corazón como un mágico cendal de palabras salidas de un alma terriblemente angustiada.


Un sábado inolvidable, el horazeriano Alberto Escalante nos llevó a mí y a mi amigo Víctor Rojas a conocerlo. Llevamos vino, queso y aceitunas, vituallas con las que, según Escalante, Bendezú acostumbraba matizar sus tertulias. Cuando nos abrió la puerta, asomó la figura de un hombre alto, moreno, con el rostro inflamado, bigotes ralos, y unos labios caídos donde se dibujaba una tierna sonrisa. De inmediato confirmé lo que Escalante nos había contado de él: Bendezú era un niño, un niño a quien, si tú le decías que un platillo volador había aterrizado en la Plaza Mayor de Lima, te creía. Era solterón, pero cambiaba de novia cada vez que la televisión presentaba una nueva vedete. Entre sus ex “amantes” contaba a Gisela Valcárcel y Analí Cabrera, la famosa Chelita de “El Tornillo”. Esta vez estaba locamente enamorado de Patricia Alquinta, una joven actriz que trabajaba en un programa cómico en el canal 5 de Lima. Decía que de ella le gustaban sus contorneados brazos porque parecían las piernas de una ninfa.
Era además un áulico a ciegas de José Santos Chocano, y había escrito varios y enjundiosos prólogos para diferentes antologías del Cantor de América. Su defensa de Chocano no era opinable. ¡Ay de aquel que osara hablar mal del poeta en su delante! Los ojos saltones de Paco se ponían rojos de ira y era capaz de trabarse a golpes con el inoportuno detractor. “Gracias a la musicalidad de Chocano, pude escribir mi Twilight”, solía decir.
En uno de esos tantos sábados, llevamos más vino que queso y aceitunas. Nos habíamos propuesto embriagarnos no sólo con la sabrosa tertulia sino también con los variados vinos que habíamos comprado en la bodega de Queirolo, ubicada a unos cuantos pasos de mi oficina. El primero que cayó bajo las órdenes de Baco fue Alberto Escalante, el segundo Víctor Rojas y el tercero Paco Bendezú. Yo me mantuve incólume porque el demonio me ha dotado de un hígado tan extraño que no asimila el alcohol.
De pronto, Bendezú se puso a llorar. Era un llanto con hondos suspiros al que acompañaban estas palabras: “Miguelito, ¿por qué tuviste que morir así? Miguelito de mi corazón ¿por qué te destrozaron de ese modo? Ay. Miguelito, Miguelito…
Intrigado, me dirigí a Escalante, a quien el llanto de Bendezú lo había despertado de su marasmo. Le pregunté: ¿Quién es el tal Miguelito por el que Paquito llora tan lastimeramente?
Escalante sonrió, me miró con sus ojos de borracho y me respondió:
-No le hagas caso. Cuando se embriaga siempre llora por Miguelito, Miguelito es Miguel Grau, el héroe de la guerra con Chile. Paco sufre por él tanto como por Chocano y la Patricia Alquinta. Saca tu pañuelo y sécale las lágrimas, ya se quedó dormido.

Lateral Anuncio Caja Sullana
Lateral Anuncio Palomino Abogados

Usamos cookies en nuestro sitio web. Algunas de ellas son esenciales para el funcionamiento del sitio, mientras que otras nos ayudan a mejorar el sitio web y también la experiencia del usuario (cookies de rastreo). Puedes decidir por ti mismo si quieres permitir el uso de las cookies. Ten en cuenta que si las rechazas, puede que no puedas usar todas las funcionalidades del sitio web.