Apaguen la luz y ya todos a dormir!!’, se escucha la voz de mamá. Y la noche , impregnada de un extraño silencio callaba sus voces .
El viejo mechero, casi como parpadeando, consumía lentamente las últimas gotas de kerosene . Apenas se oían algunos respiros, y en un encuentro inusual ,los sueños y los recuerdos platicaban bajito para no despertar sospecha, para no romper la quimera.
La tenue luz del mechero dibujaba el ritmo del tiempo y los sueños corrían por los campos y las chacras. No había prisa, solo el deseo de alcanzarlos y abrazarlos fuerte para no dejarlos escapar. Era un ritual cotidiano “apagar la luz” y aunque los ojos podían cerrarse para esperar el sueño, cuando se apagaba la luz, se encendía la vida. Y emprendías viaje por maizales y platanales con olor a madrugada.
- !!!’Alberto ,encilla el burro para irnos!!!-, gritaba papá. Eran las cinco de mañana y había que salir a cosechar choclos. Y es que había que hacerlo de madrugada, pues la taralla, que era la planta del choclo, tenia hoja filosa capaz de hacer finos cortes en la piel. Y la flor, que se esparcía al momento de jalar los choclos, te producía una aterradora picazón. Por eso había que madrugar !!.
- !!Busca chante y hojas de plátano !!!, -se escuchaba nuevamente la voz de papá. Y es que había que tener todo listo para el momento de la escogida y llenado en sacos de los choclos.
- En la escogida, que era separar los choclos por tamaño, también era el momento de la conversa y de las carcajadas . La hora de los cometarios y chismorreo. Nadie se podía escapar.
- !! Oe kanko, fuiste al estadio. Viste el partido de fondo? Que arbitro pa’ pendejo!! Taba comprau el puta!! - Ese era macuco, desfachatado e inconforme. Cada que perdía su equipo la culpa era del árbitro. A veces tenía razón.
- !! Ya vayan llenado los sacos de primera y segunda!!- decía papá. En esos tiempos los sacos de primera llevaban doscientos choclos; trescientos los de segunda y cuatrocientos los de tercera. Los demás, que no calzaban en esta milenaria clasificación, le llamaban punta y jocosamente decían !pa’los coches!: una forma de puntualizar solemnemente que eran alimento para cerdos.
- ! Puta que ayer no vi la novela. Me quede dormido!! - decía el kanko. - parece que el webon no quiere a germa. La está haciendo sufrir, decía a continuación. Y la conversa iba y venía y a la par que el trabajo seguía su curso.
- !! Alberto coge al burro, vamos a alzar los sacos!!. - Era la hora de trasladar los sacos cargados de choclos a la carretera para que luego vayan a su destino final: mercado de Piura. Y a lomo de burro y de dos en dos, después de una larga madrugada , casi culminaba el día con la faena final.
Cortar un poco de taralla para alimentar los animales, un baño en la acequia para quitar la picazón y el camino a casa, algunas veces conversando, otras en silencio. Cansados pero no rendidos, pues alimentábamos el sueño de una buena venta y esa …, esa , ya era otra historia.
El viejo mechón ya se había consumido. La noche se estaba marchando y el canto de los gallos anunciaba un nuevo día. Mamá hacía sonar las ollas y crujía el fuego en la cocina de leña. Eran las cinco de la mañana y el alba a punto de llegar. Hora de despertar para luego dormir y quizá volver a soñar o recordar.